Parece simple. Sentarse –aunque sea una vez al día- y empezar a escribir,
a tratar de plasmar una idea, un pensamiento o lo que surja. Escribir, de eso
se trata. Sin que nadie te obligue a hacerlo. Pasan los días y de golpe te das
cuenta que ya ni siquiera lo intentas. Y cuando quieres retomar, te cuesta. Como
si tus dedos no pudieran teclear o estuvieran desacostumbrados. Voy a probar
empezar de nuevo, solo para ver que pasa.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Los mejores escrito salen....no siendo planeados Besos
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