No sabemos qué fue lo que
pensaron los habitantes originarios de nuestro territorio cuando vieron
aproximarse a la costa del actual Puerto San Julián a las naves comandadas por
Magallanes. Todo hace pensar que desconocían por completo ese tipo de
embarcaciones. Que nunca antes habían visto algo parecido. Es –imagino- como si
hoy viéramos descender una nave desde el cielo con una forma extraña a nuestro
conocimiento ¿Sentiríamos temor, desconfianza, curiosidad? ¿Nos dejaríamos encantar
por su presencia a punto de no ofrecer resistencia? No existe registro alguno
que dé cuenta de cómo se sintieron los primeros habitantes de este suelo frente
a esos hombres barbudos que viajaban en esas naves flotantes. Si sabemos que a
ellos los vieron grandes e ingenuos. Tal vez haya sido es la razón por lo que
ya no quedan casi huellas de esa raza.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Yo sentiría curiosidad y no ofrecería resistencia, ¿sería ingenua como ese pueblo?
ResponderBorrarQuizás, pero todo lo extraordinario nos inmoviliza.