Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
sábado, mayo 07, 2016
Naturaleza
El animal yace ya sin vida a un costado del camino. Mi cuerpo siente el viento frío que viene del oeste. Los cóndores descienden armoniosos sobre la estepa como si nada ni nadie pudiera perturbar o interferir en el banquete que les espera. Si no fuera por el frío podría quedarme horas parado contra el alambrado observando esta escena que de vez en cuando nos regala la naturaleza.
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