Ir al contenido principal

Una idea que despista


La propuesta aun no oficializada de construir en El Calafate un parque temático que rememore la presencia en la zona del aviador alemán Pluschow, despertó en la comunidad una polémica que debería hacernos reflexionar sobre como se deciden algunas cosas en la ciudad.

La idea fue ampliamente debatida y muchos fueron los interrogantes que surgieron entre los que están de acuerdo con la misma y los que no creen que sea prioritario concretar un proyecto de esta naturaleza.

Algunos de los cuestionamientos –entre los que comparten la idea- apuntaron a la posible ubicación de la obra en el predio del Parque General Belgrano, cuyo aprovechamiento como espacio verde se anunció hace unos seis años y que hasta el día de hoy estamos esperando se concrete el compromiso de Méndez de transformarlo en un espacio de recreación para la comunidad y el turismo.

También están los que participan de la iniciativa de invertir en proyectos que complemente al producto glaciares, pero que se preguntan porqué se propone rescatar la figura de un aviador que prácticamente desconocido y no se tiene en cuenta a personas más cercanas a nuestra historia, como lo son en el caso de la aviación los pilotos civiles Fernández y Tola, ya que no es casualidad que los aeropuerto de Río Gallegos y de El Calafate respectivamente lleven sus nombres. O el mismo Perito Moreno, al que nos limitamos a recordar solo el día del bautismo del lago.

Si nos pusiéramos a buscar alguna pista (ya que hablamos de aviadores) que nos dé alguna idea sobre cuales son los puntos a desarrollar que hagan más competitivo al destino frente a productos similares, es interesante leer lo señalado en Plan Integral de Desarrollo Turístico de la Comarca Austral, que en uno de sus documentos expresa:

“Comparativamente, se echan en falta, entre otras instalaciones o servicios específicos de atractivo intrínseco, ferrocarriles turísticos de carácter escénico, muchos de ellos de tipo nostálgico, incluso con tracción de vapor, teleféricos para acceder a puntos de observación y como inicio de recorridos de trekking, miradores, centros de interpretación y, eventualmente pequeños parques temáticos dedicados al hielo, al territorio ártico, a su geología glaciar, a la biodiversidad local y a sus aspectos útiles, alimenticios, a los géiseres, volcanes, etc., oferta de sobrevuelos –muy poco desarrollada en Calafate- o recorridos en helicóptero y en globo por los macizos montañosos para observar paisajes, como hacen por ejemplo en Nueva Zelanda, Noruega y otros destinos, otras ofertas de actividades específicas como observación especializada de flora y fauna –muy poco desarrollada en Calafate-, así como algún centro invernal de nieve y hielo que en verano se constituya en base de multiaventura o multiactividad…” “En función de este primer análisis, considerando una estrategia de diferenciación para conseguir mejorar el posicionamiento internacional del destino y de este producto “glaciares”, el mejor aprovechamiento de las ventajas comparativas de El Calafate y su cluster, estaría en evolucionar hacia productos más activos que impliquen una mayor participación del turista y aventura “light”, de bajo riesgo, hacia turismo de naturaleza más especializado y hacia turismo cultural (historia, gentes, leyendas, costumbres), turismo científico, de supervivencia, deportivo pesca…, todo ello para ir evolucionando de un producto más generalista y convencional como el actual, hacia uno más especializado, aunque aprovechando las ventajas comentadas en el sentido de no exigir accesos complicados, demasiado largos y costosos, ni entrañar una gran dificultad ni la necesidad de soportar un clima extremo.”

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Vueltas

Escribir   un     rezo para un Dios    inexistente   Inventarme    un Dios       al cual rezarle sin fe   Encontrar    una fe       que no esté presa de una religión   Profesar   una religión      en la que no haga falta          rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás

No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...