Ante de que autoricen la salida, se toman muchos recaudos. El caballo permanece sujetado al palo y el domador se monta con mucho cuidado. El capataz de campo levanta su mano como señal de que todo está preparado y el presentador toma la posta en el micrófono que hasta ese momento estuvo en manos del payador. Todo parece cronometrado. A un costado los apadrinadores que esperan que suene la campana decretando el fin del tiempo y saldrán al rescate del competidor, siempre y cuando este haya logrado permanecer sobre el animal.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Uy pero que lindo sería ver este espectaculo.
ResponderBorrarUn abrazo
que interesante esta todo esto... bien valdria la pena darse la vuelta por alla al fin que el tiempo es veloz.. ya lo dices tu.. y ha de ser! un beso de finde!
ResponderBorrarHombre y caballo
ResponderBorrarcomo el centauro
a la velocidad
del viento.
Besos
interesante mundo! feliz fin de semana, viajero!
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