Comenzamos a subir lentamente, en una pendiente amigable, entre coirones y matas de calafate. Uno puede respirar los aromas de las plantas que a la vez crean una atmósfera agradable y predisponen a sentirse bien. Estamos contentos de estar acá, la isla –solo por hoy- es toda para nosotros. Abandono todos los mecanismos de defensa que la vida urbana nos va incorporando y que cargamos como mochila de reflejos para garantizar nuestra supervivencia en la ciudad. De golpe y sin aviso, con un fuerte aleteo, cuando estoy casi frente a ella, una avutarda abandona frente a mi cara su nido. El susto que me pego no debe ser muy distinto al del ave que aguantó hasta último momento mi aproximación antes de dejar solos a sus huevos. Bordeo el nido y a partir de aquí abandono también la idea de que estamos solos en este lugar y tomo la precaución de no molestar a sus habitantes naturales.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
nunca estamos solos. en cualquier momento nos acompaña la isla solitaria, padre cielo y la madre roca.
ResponderBorrarEspero que esos huevos sobrevivan a la acción humana y a la de la naturaleza.
ResponderBorrarUn abrazo
el nido estaba perfectamente oculto... tiene aspecto de estar muy calentito...
ResponderBorrarAbrazos.
...
ResponderBorrarYo también me hubiera imaginado el pavor del ave al detectar tu presencia.
Ojalá no destroce a sus críos, cre saber que son muy celosas a la mirada del hombre.
Me llevo en la mirada tus imágenes.
¡Felices Fiestas!
Un abrazo fuerte, fuerte.
Si te caé la navidad y el nuevo año por esos rumbos, disfrútate junto a la naturaleza.
Muackkk...
Mafalda