Demasiada controlada tu vida, me dijo, con esa voz que casi
parecía un susurro. Tienes que soltarte un poco, dejar que las cosas pasen,
soltar amarras sin tener que andar hurgando en los pronósticos que anticipan
tormentas. Las tormentas más bellas, las que más nos enriquecen, son aquellas
que no esperamos, que no sabemos que vendrán, que nos toman por sorpresa. Ahí se
aprende en serio a vivir, insistió, ahora con un tono más imperativo. Eso sí,
dijo, ahora en un tono más reflexivo, ten en cuenta que la mejor tormenta es aquella
de la que sales vivo.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Primero:
ResponderBorrarGracias por tu chapoteo en la Orilla.
Segundo:
Gracias por traer a Sara Cohen y a mi querida Alejandra de la mano tan pasionalmente arrebatadas.
Y tercero:
Gracias por haber puesto el cebo y que tras él haya llegado hasta este rincón del mundo tan hermoso.
Tus fotos... una maravilla!
Tus textos, breves e intensos.
Las tormentas... tienes razón, las que no esperamos son las que nos hacen gigantes luchando contra ellas, o en ellas, o con ellas...
Yo estoy dentro de una de ellas, aún no sé cómo saldré de ella, o si me atrapará...
Un abrazo!
;)
Inquietante tu prosa y gracias por pasar por esta orilla lacustre....
ResponderBorrarSi morir es el precio a pagar por vivir, vale la pena pagarlo. Ser un mero observador de la vida no aporta reales satisfacciones y, al final, uno siempre acaba muriéndose.
ResponderBorrarUn abrazo