Cuando el día empieza a rodar, la realidad se
vuelve como tres palos en donde los sueños y las ilusiones parecen un arco
imposible de atravesar.
El mundo que te rodea se arruga como una
barrera que no te deja ver la realidad.
Es entonces que la vida pide, en un acto de
locura colectiva, un minuto más de descuento; como si el tiempo fuera -por sí
mismo- a fabricar ese milagro, ese deseo, o ese pasaje a la felicidad efímera
que representa el ganar.
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