-Hay noches en las que siento miedo -dijo-. Siento que,
cuando calma el viento, cuando todo se aquieta, cuando llega el silencio nocturno, no voy a
poder soportar ese momento.
Dijo esto y se quedó contemplando el amanecer de ese nuevo día.
Mientras preparaba unos mates pensó en qué sería de nosotros
sin el miedo, cómo despertaríamos de una noche sin pesadillas, en quién pensaríamos
si no necesitáramos encontrar seguridad, si lo poco que nos queda de fe no se
terminaría disipando, evaporando, abandonándonos como quien deja a un ser
omnipotente.
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