Que se sentía como extranjera en
su alma, dijo. Despojada de toda fe y de todo sentido de trascendencia. Que,
por otro lado, no esperar milagros la tenía más tranquila y aliviada. Dijo eso
y se quedó mirándome fijo, como hurgando en mi interior para encontrar algo de
eso que parecía haber perdido. Yo no atiné a decir nada. Sólo tragué saliva al
darme cuenta de que también estaba vacío, que por más que revolviera en mis entrañas, no encontraría
nada. Y nos quedamos así…
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, enero 14, 2015
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Zafar
-Cuántas veces te lo tengo que decir, -dijo zamarreándolo de la remera- no quiero verte más en esa esquina jugando con esos atorrantes, que ...
-
Es difícil imaginar como se lee desde el lugar del gobernante una derrota. Pero voy a arriesgar un escenario posible: imagino al Gobernador ...
-
Cuando reflexionamos sobre las cuestiones a tener en cuenta a la hora de formular proyectos sociales que puedan ser considerados exitosos en...
-
Una pareja pasa por la costanera. Van abrazados, como si sintieran frío. Es raro, en estos tiempos, ver parejas que caminen abrazadas. Ella...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario