Permanece con los dientes apretados, necesita
hablar con alguien. Los muertos también traicionan, piensa y hace una arcada,
como si fuera a convulsionar.
El enfermero ni lo mira. Tiene toda su
preocupación puesta en completar una planilla antes de entregar el turno.
Es de madrugada y él sabe que esa es la hora
predilecta de los traidores. Esperan el sueño profundo de sus víctimas para
delatarlos. Y los sueños más profundos son al amanecer.
Debo mantenerme despierto, dice medio
balbuceante. La mujer que viene a hacerse cargo de la guardia no parece
enfermera. Recibe la planilla y hace un paneo con la mirada de la sala fría en
donde puede ver a los tres pacientes que entraron esa noche. Detiene su mirada
en él, O por lo menos eso parece desde donde él la mira.
La sala tiene una sola salida, piensa y se queda
dormido.
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