Ansiedad de mí, siento, dijo la chica que atiende la panadería
mientras envolvía las medialunas. De no poder encontrarme. De terminar con mi
existencia desparramada en la cama como si fuera una frazada que no cubre a
nadie ya con su calor. Son veinte pesos, dice y se queda esperando que busque
en mi bolsillo la plata para pagarle.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...
Profunda conversación para una situación tan cotidiana.
ResponderBorrarEl miedo de no encontrarme lo comparto con ella, es lamentablemente un compañero habitual.
Un abrazo