Ir al contenido principal

Aula

La mente en blanco. Nada de nada. Como si me hubieran hecho un lavado de cerebro con lavandina.

La hoja en el pupitre, como una virgen desahuciada, también en blanco.

No deben faltar más de diez minutos para que toque el timbre y no logro empezar una frase.

Necesito escribir algo, aunque sea un garabato, para que no vayan a pensar que, al dejar la hoja así, en blanco, estoy expresando cierto desprecio por la materia.

Mi compañero de banco escribe. Titubeante, pero escribe. Seguro que puro verso, pero escribe. Está acostumbrado al chamuyo. Cuando pasa a dar oral siempre zafa. Empieza a gesticular mientras dice cualquier cosa y todos compran. Pero este es un examen escrito. Los gestos no sirven de nada. Acá, lo que hay que poner, son palabras. Y se te equivocas en una, por más linda que haya quedado la frase, todo lo que quisiste decir puede ser leído de otra manera. Y ahí viene el bochazo.

En cualquier momento suena el timbre.

El profesor no se movió de su escritorio en toda la hora. Aprovecha el tiempo y corrige exámenes de los otros cursos. No sé cuántas horas trabaja, pero se me hace que vive en la escuela.

Si me hubiera tocado la bolilla uno, sería otra cosa. Pero me tocó la dos. Hay días en la que la suerte no está con vos.

El tiempo se agota, no me queda más que esperar a que suene el timbre.

El silencio en el aula es absoluto. Tan absoluto como el vacío en mi cabeza.

No suele pasarme.

Debe ser por eso que, aun sabiendo que no tengo nada para escribir, sostengo la lapicera en la mano como si fuera a hacerlo; como si, finalmente, antes de que suene la campana, fuera a derramar, sobre la hoja en blanco, aunque sea un poco de tinta que justifique mi pasar por esta aula.


Comentarios

  1. Me hace acordar mis tiempos de estudiante, cuando al principio era nada y despues despacio se iba desenroscando el hilo de lo aprendido.

    ResponderBorrar
  2. Me hace acordar mis tiempos de estudiante, cuando al principio era nada y despues despacio se iba desenroscando el hilo de lo aprendido.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...

Encuentro

Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...

Héctor Rodolfo Peña

El 17 de julio de 2003 falleció, en El calafate, el escritor Héctor Rodolfo Peña. Podemos decir de él que publicó cuatro libros de poemas, tres de cuentos, siete novelas y un libro de aforismos, lo que representa la obra literaria más significativa que tenemos los santacruceños. En la búsqueda en internet de datos biográficos de su persona, encontré que solo aparecen menciones en algún blog literario y alguna que otra referencia de sus libros, los que pueden comprarse como usados. En una Feria Provincial del libro, coincidí con Mario Echeverria Baletta, el que me facilitó, para que fotocopiara y digitalizara, el archivo de más de doscientos recortes de diarios, apuntes, borradores, escritos mecanografiados, y algunas fotos del “Lobo”, que él fue atesorando con el paso del tiempo. Es así que surge la idea de publicar un blog: https://homenajeallobo.blogspot.com/ , como una manera de acercar, a este tiempo, el pensamiento de Peña. Y en un intento también de conocer un poco más de ...