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Desarraigo

La culpa de que la patagonia no sea chilena la tiene Darwin, dijo nuestro circunstancial huésped como desafiando a todos los presentes, porque cuando recorrió estos territorios escribió que esto era un desierto y nada dijo y seguramente nada sabia de que -abajo del desierto, a pocos metros- había petróleo, gas, oro, plata y cuanta riqueza uno pueda imaginar.Todos reímos, no digo festejamos, pero un poco disfrutamos el comentario en tono de protesta que nuestro visitante de nacionalidad chilena realizaba, en su búsqueda de algo que justificara el porque hoy, él tenia que venir y pagar unos cuantos miles de dólares para comprarse un campo de veinte mil hectáreas en la patagonia.

La jornada había sido larga, muy tempranos salimos desde Gobernador Gregores, en un camioneta 4x4, decididos a mostrar las bondades de un campo que teníamos en venta y que si todo iba bien, compraría "nuestro amigo chileno" asociado con un renombrado escribano porteño.


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Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...

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