El descanso ha sido reparador. El desayuno acorde par afrontar una jornada intensa. Al margen de ello vamos a preparar una vianda, para no exigirnos en las diez horas de caminata que nos esperan. Asomo por la ventana y veo caer copos de nieve que flotan en el aire como ceniza. Es temprano y la temperatura no supera los dos grados sobre cero. Cuando llegue a cuatro grados partimos, digo, como para darme entusiasmo. El cielo esta cubierto por una nube gris y no muestra ningún síntoma de que vaya a cambiar. Teníamos el propósito de caminar hasta la Laguna de los tres para aproximarnos al Monte Fitz Roy. Los setecientos metros de desnivel que tendremos que ascender son –por ahora nuestra principal preocupación. Ya estamos parados frente al cartel que nos indica hacia donde vamos. Para sorpresa nuestra, muchos han partido ya.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
Espero que entre la Madre Roca i el Padre Cielo, encontreis en es excursión un Hijo Sendero, o un Hermano Sol. sin bromas. Os envidio sanamente!.
ResponderBorrar