Seguimos viaje bordeando el río de las vueltas. La idea es ir hasta la base del Glaciar Huemules. Llegamos hasta el acceso, en donde el propietario ha construido unas cabañas y hay una hostería sin terminar. Nos recibe Ramón. Se alegra de nuestra llegada. Soy de Corrientes Capital y hace dos meses que estoy por acá, a veces los días se me hacen largos y recién ahora está comenzando a venir gente, nos dice con cierta resignación y muy amablemente nos indica como ingresar al bosque por un sendero. Se queda apoyado en el alambre, contemplando el paisaje.
Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...
contempla el paisaje y no ve futuro. sólo atina a observar la conjugación de todos los tiempos.
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