Las olas golpean suavemente la costa. El agua tapa las piedras y luego se desliza suavemente en retroceso. Hay en este movimiento como un contrasentido. Cuando la ola rompe sobre la costa el sonido es abrupto, suena como un cachetazo en la cara, te despierta y te obliga a prestarle atención. Cuando el agua retrocede, sucede todo lo contrario, el agua se filtra suavemente entre las piedras y el sonido es tan relajante que uno puede pasarse horas tirado en la playa y perder noción del tiempo, del espacio y de uno mismo también. Esto no pasa en las playas de arena, allí uno disfruta del mar, de sus olas, pero no hay nada parecido a lo que uno percibe cuando el agua retrocede en una playa de piedras.
Escribir un rezo para un Dios inexistente Inventarme un Dios al cual rezarle sin fe Encontrar una fe que no esté presa de una religión Profesar una religión en la que no haga falta rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás
Nada como saber disfrutar de cada cosa en cada sitio.
ResponderBorrarViví en una casa pegada a la arena de la playa.
El ruido de las olas puede llegar a ser ensordecedor (por lo constante).
Vivir lo que toca en cada momento...
ResponderBorrarQuedarme mirando al mar...
¡Qué paz!
un abrazo