Me dejo esperar, me quedo como en
pausa, mi mente está despejada, ya no quedan ni rastros de esos sueños que a
veces me atormentan. Puedo estar así –en esta mañana- en sintonía con el
paisaje…
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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me quedo mirando esa imágen y pensando en mis propios sueños..., y sí, puedo ver sus rastros.
ResponderBorrardejo mi saludo y más tarde vuelvo a leerlo, despues de tanto tiempo.
saludos!