Ella lo mira desde la emplanada. No lo entiende pero lo acompaña. Lo observa como quien cuida a alguien en la distancia, como dejándolo hacer su juego. Ella no ve el mar, ni las olas, ni siente las vibraciones que él dice sentir. A ella si le gusta ver a las gaviotas pescar, a los lobos marinos nadando por la costa, a los cormoranes que se posan sobre el muelle petrolero. También disfruta mucho el quedarse contemplando los buques que esperan su carga cerca de la costa. Se pasa muchas horas, con su cámara fotográfica, registrando cada uno de esos momentos.
Escribir un rezo para un Dios inexistente Inventarme un Dios al cual rezarle sin fe Encontrar una fe que no esté presa de una religión Profesar una religión en la que no haga falta rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás
Qué sensación más placentera...bss
ResponderBorraramar el mar...al mar amar. Hermosa ilustración y relatito. Saludos!!
ResponderBorrarQue te dejen hacer lo que deseas es una gozada.
ResponderBorrarPero nunca obligaría a nadie a acompañarme a sitios en los que no disfrute, prefiero salir cada uno pos su lado y encontrarse despues para contarse.
Ella vale mucho.
Creo que él debe saberlo.