Ya no se lo encuentra tan seguido. De ser la insignia más importante de
tantas generaciones, de pasar a ser la divisa más atractiva del mercado, de
estar como un emblema tatuada en tantos cuerpos, ya no se la encuentra tan
seguido. Tal vez, sea solo un síntoma de cómo hemos naturalizado la violencia,
de cómo nos resulta más fácil ver una película de guerra que una que hable del amor,
de aceptar –sin que nada nos conmueva- la vigencia de un mundo sin paz.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...
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