El cielo de El
calafate, a veces, cuando atardece, se enciende y te sorprende. Los fuertes
vientos del pacifico, que se dan contra esa gran muralla que es nuestra cordillera,
pasan y en su pasar, provocan un revuelo de nubes que se muestran de
inimaginables formas. En esto, como en tantas otras cosas, no hay con que darle
a la naturaleza. Ella juega con las formas, los colores y los movimientos, sin
prejuicio alguno, como seguramente solo pueden hacerlo los verdaderos artistas.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Ese cielo de la foto es una pasada! un beso
ResponderBorrary tu arte para verlo.
ResponderBorrartu mirada ahi, en ese instante!
saludos!