El cielo de El
calafate, a veces, cuando atardece, se enciende y te sorprende. Los fuertes
vientos del pacifico, que se dan contra esa gran muralla que es nuestra cordillera,
pasan y en su pasar, provocan un revuelo de nubes que se muestran de
inimaginables formas. En esto, como en tantas otras cosas, no hay con que darle
a la naturaleza. Ella juega con las formas, los colores y los movimientos, sin
prejuicio alguno, como seguramente solo pueden hacerlo los verdaderos artistas.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...
Ese cielo de la foto es una pasada! un beso
ResponderBorrary tu arte para verlo.
ResponderBorrartu mirada ahi, en ese instante!
saludos!