¿Podes creer? Es todo para nosotros. Cuando me ofreciste un viaje a la soledad nunca hubiera imaginado encontrarme con algo así ¿Seguro que no va a venir nadie a sacarnos de aquí? No lo puedo creer, volvió a decir y él siguió en silencio, esperando que ella se cure de esa necesidad de hablar.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Zafar
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se ve que la invitó a la soledad, no al silencio...
ResponderBorrares duro usté, a veces!
saludos!
él siguió en silencio, esperando que ella se cure de esa necesidad de hablar.
ResponderBorrarQue gran verdad...
que en el silencio se encuentren palabras para curar esa necesidad de hablar.
ResponderBorrarabrazo!
¿Tendrá cura?
ResponderBorrarSi no la repone ese lugar no la cura nadie