—No te olvides de salir —dijo, en un tono que sonó a
sentencia—. No podes vivir encerrado leyendo. El mundo no está en los libros, el
mundo está afuera y el afuera te exige salir —insistió.
Pensé en contarle de un
hermoso viaje que había hecho leyendo una novela de la Restrepo. Decirle que leyendo un libro había
estado en otro país, conociendo otros paisajes y otras gentes, que ella –en su afán de
andar afuera- jamás conocería. Pero, al verla tan entusiasmada con su propuesta, desistí de hacerlo. Preparé el termo, la
mochila –metí dos libros sin que se diera cuenta- y la seguí.
Son distintos modos de viajar. Ninguno de ellos puede sustituir al otro, pero sí pueden complementarse.
ResponderBorrarUn abrazo