Detengo el vehiculo detrás de otro que espera a que se abra el camino. Los hombres –algunos de a pie y otros montados en sus caballos- se reagrupan para encauzar a las ovejas y pequeños corderos hacia el puente. Imagino –ayudado por sepia- una escena similar un siglo atrás. Los mismos peones -que llegaban desde Chile o Europa, en busca de trabajo- desplegando toda su astucia para controlar el ganado. Muchos de ellos, con sus familias afincadas por estos lares, con hijos, padres, esposas, esperando su regreso a casa.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Chaile:Has eescrito un ensayo periodístico y revisionista de la Patagonia vilipendiada.
ResponderBorrarEsto siempre hay que denunciarlo.
Un abrazo..Saúl.-
Oficio duro el de pastor. Solitario y sacrificado.
ResponderBorrarUn abrazo
Me recuerda un poco las escenas de la trashumancia en España: Cuando llega el invierno los pastores del norte de Castilla cruzan toda la meseta hasta sus terrenos de pastoreo durante el verano, a cientos de kilómetros en Extremadura, Andalucía o la Mancha.
ResponderBorrarUn trabajo muy muy duro. Saludos.
El color sepia consigue dar a la fotografía la pátina del tiempo.
ResponderBorrarVoy siguiendo tus silencios y admiro los lugares y el trabajo duro de los hombres que pienso, en cualquier parte del planeta, es igual de duro y solitario el trabajo en los campos y con animales.
Un beso