Es temprano. La ciudad está convulsionada. El rally comienza a atravesarla. El mundo sigue -por todos los medios- el transcurrir de la carrera. Parece imposible estar ajeno a un acontecimiento de tanta magnitud. Ella, no ha sido anoticiada o no ha querido enterarse. Barre la vereda pausadamente. Su ritmo, se acopla al paisaje. No barre, es como si danzara o como si esa escoba se prolongara en sus manos para acariciar a la madre tierra.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Zafar
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Hola Alberto: muy sabias tus palabras, veo que los actos cotidianos te inspiran y eso está muy bien. Conservar una mirada de asombro ante los hechos cotidianos como frente a los paisajes más sublimes ...
ResponderBorrar¡Un abrazo desde las sierras tandilenses!
El suave baile de la Escoba!!! besos y feliz viernes
ResponderBorrarGusPlanet lo ha dicho, los actos cotidianos son maravillosos, besos
ResponderBorrarA veces lo cotidiano de los actos, son lo que precisamente, los hace tan especiales.
ResponderBorrarbesotes!!!
Pura poesía la imagen...
ResponderBorrarUn beso.
Qué lindo. Me gusta cómo sentís tu lugar!
ResponderBorrarExisten mil formas de bailar con la escoba. Yo al frente de la barrendera con mi escoba tocaría la guitarra, aunque por ahí otro con su escoba nos apunte y nos dispare.
ResponderBorrarBonito homenaje
ResponderBorrara la anónima
barrendera.
Besos
La vida no se detiene para todo el mundo en el mismo momento. Genial.
ResponderBorrarBesines