Miro el cielo de otoño y me queda claro que es de otoño, no por el cielo mismo, sino por las hojas amarillas de los álamos. Debe ser esta –de todas las estaciones- la que más me contagia de nostalgia. La que me dispone a caminar más lento. A contar mis pasos. A intentar demorar, de alguna forma, que el otoño me llegue a mí. Pero es también, la que más me calma. La que me permite contemplar -sin prejuicios- la belleza de este cielo.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Puedo intuir la suave brisa moviendo las copas de esos arboles en ese fondo azul maravilloso. besos
ResponderBorrarEsos árboles, parecen saludarnos e invitarnos a descansar bajo sus copas. ¡Preciosa imagen! Un abrazo!!
ResponderBorrarYo también creo que el otoño es la estación más certera, la que más nos habl al oído. Ciertamente hace falta bajar la marcha y contemplar! Un beso
ResponderBorrarEl otoño sabe de nostalgias, por eso se presenta cada año e invita a disfrutar de la imagen de las hojas doradas!!
ResponderBorrarSaludos!
a mi me pasa lo mismo que a usté!
ResponderBorrarpero no lo digo tan bonito.
beso
Hola! Gracias por pasar por mi blog.
ResponderBorrarEsa foto bien puede ser un paisaje del otoño en Mendoza.
Saludos y buen finde.
STEKI.
La placidez del
ResponderBorrarotoño nos predispone
a los sueños, a la pausa.
Un cálido abrazo.
Gracias por la visita..., con tiempo, me siento a leer.
ResponderBorrarsaludos:
Ju
Es en otoño cuando más me embriaga la nostalgia, aunque creo que no depende tanto de la estación si no del estado de ánimo.
ResponderBorrarUn besote