Seguir naciendo – Alberto Chaile
Nuno
Mancilla nos entrega en “Mí
burbuja ambiental” un conjunto de relatos en el que nos brinda a los lectores
la oportunidad de viajar a un pasado no tan lejano para conocer el mundo en el
que nació, creció y en el que vivió toda una infancia.
Y
lo que podría ser una historia más de vida, adquiere, gracias a la vocación
narradora de Nuno, un especial significado, no sólo por el lugar en el que se
desarrollan los hechos, sino, y fundamentalmente, por la presencia de esos
hombres y mujeres, cuyas vidas, como jirones de historias, van apareciendo,
capítulo tras capítulo en un derrotero que resulta inquietante y atractivo a la
vez.
De
a poco fui interpretando lo que ayer fue una incógnita, dice el autor en uno de
sus prólogos, y despliega todo el compromiso de quien, como si hubiera recibido
un mandato, siente la responsabilidad de traer al presente ese pasado que
parece distante (y para muchos, tal vez, increíble) para dejarnos un testimonio
vivo de cómo sucedieron las cosas, allá, en medio de ñires y lengas, tahuas y
cóndores, lagos cristalinos y majestuosos glaciares.
Y
lo hace sin artilugios narrativos, siendo fiel a ese estilo que siempre lo ha
caracterizado: escribo
como pienso y pienso como viví, desbordado en mi caso por tantas sensaciones,
olores, colores, formas y sonidos que son los que han alimentado mi energía y
harán posible comunicarme con mis semejantes.
Dice Borges, en su relato Funes El
memorioso, que este no sólo recordaba cada hoja de cada árbol de cada monte,
sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado. No sé si Nuno lo
recuerda todo, pero sí que hace de su memoria el principal recurso con el que
van alimentando esta burbuja en la que ha guardado esos significativos momentos
de su infancia.
Encontrarse con ese niño que nos va a
contar cómo era vivir ese tiempo, es lo que Nuno nos propone. Escucharlo hablar.
Imaginarlo reflexionando acerca del porqué de tal o cual cosa. Acompañarlo en
sus sueños y ser compinches de sus travesuras. Y mientras ello sucede, ir descubriendo,
en esos ignotos lugares en los que la navegación prevalecía como medio de
transporte, a hombres y mujeres, integrados en plena y total armonía con el
paisaje.
Suele afirmarse que somos, individual o
colectivamente, lo que recordamos. Si ello es así, seguro que a partir de la
publicación de este libro seremos un poco más. Y Nuno habrá completado parte de
esa meta que alguna vez se propuso: la de ser como un eslabón entre nuestro
presente y aquello que ineludiblemente se va, para que todos aquellos que venimos y los que
vendrán, tenga a mano esta burbuja ambiental, en la que prevalecen los gestos
cotidianos -y no por ello menos hermosos- en los que se inmiscuye ese niño, tan
fascinado de todo lo que lo rodea, que se da tiempo para
“grabar lo que nos interesa en este espacio creado por nosotros, en donde
danzan palabras, luces y sombras”.
En “Mi burbuja ambiental”, está la memoria
de Nuno Mancilla, y está también parte de la memoria de sus ancestros que
vinieron desde el Pacifico a poblar estos lares y cuyas voces se escuchan
nítidas, como si el tiempo no hubiera pasado. Voces que quedaron grabadas a
fuegos en la memoria del autor y que le dieron rumbo a su existencia. Así puede
escucharse a Candelaria acariciando con sus palabras el corazón de ese niño al
aseverar que “el ser humano nunca deja de nacer lo hace constantemente mientras
se desarrolla, cuando va creciendo y se va formando, vos y tus hermanitos junto
con nosotros los mayores cumplimos ese mandato en cada instante de nuestras
vidas; así que ahora que ya sabes cómo naciste debes mantenerte atento para
disfrutar el milagro de seguir naciendo”.
Y ello ha sido así, desde esa mañana del
30 de agosto del 1938, cuando siendo las 11,30 horas, en cercanías al Río
Mitre, naciera Gregorio Edmundo Mancilla, Nuno ha cumplido con el maternal
mandato de participar del milagro de seguir naciendo.
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