De vez en cuando,
la tierra
que habito
tiembla
El sacudón
dura
unos segundos
El miedo
a que todo
se venga abajo
queda,
para siempre
como una cicatriz
que me recuerda
la fragilidad de mi existencia
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
De vez en cuando,
la tierra
que habito
tiembla
El sacudón
dura
unos segundos
El miedo
a que todo
se venga abajo
queda,
para siempre
como una cicatriz
que me recuerda
la fragilidad de mi existencia
Comentarios
Publicar un comentario