Despacio, me dijo, debes ir más despacio. Este invierno
pronto dejará de estar entre nosotros y tus piernas entumecidas irán de a poco recuperando
el ritmo. Me dijo eso mientras encendía unas ramas secas en la salamandra. No
tiene sentido apurarse ahora, dijo y dejó que su cuerpo se acomodara lentamente
en la reposera. Lo miré con los ojos bien abiertos, como tratando de abarcar
toda esa existencia en mi mirada. El cielo seguía encapotado. No he podido
acostumbrarme a eso de vivir los momentos como una espera.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, septiembre 18, 2013
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La espera desespera, así dicen.
ResponderBorrarLa fotografía me gusta, pero me hiela el alma.
Un abrazo
Apurarse?...para ir a dònde?
ResponderBorrarPrecioso clima en tu blog y en la foto!
Abrazo