Despacio, me dijo, debes ir más despacio. Este invierno
pronto dejará de estar entre nosotros y tus piernas entumecidas irán de a poco recuperando
el ritmo. Me dijo eso mientras encendía unas ramas secas en la salamandra. No
tiene sentido apurarse ahora, dijo y dejó que su cuerpo se acomodara lentamente
en la reposera. Lo miré con los ojos bien abiertos, como tratando de abarcar
toda esa existencia en mi mirada. El cielo seguía encapotado. No he podido
acostumbrarme a eso de vivir los momentos como una espera.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...

La espera desespera, así dicen.
ResponderBorrarLa fotografía me gusta, pero me hiela el alma.
Un abrazo
Apurarse?...para ir a dònde?
ResponderBorrarPrecioso clima en tu blog y en la foto!
Abrazo