Arrancó el auto. Puso marcha atrás y dio un volantazo para que gire. Salió tan apurado, que recién cuando asomó en la calle y miró hacia los costados para ver si tenia el paso libre, se dio cuenta de que no le había dicho nada a su esposa. Mejor así, pensó, la llamo desde la comisaría, no tiene sentido que venga conmigo. Unas quince cuadras lo separaban de la seccional segunda. Los autos se cruzaban en zigzag, el transito era un caos, cada semáforo una eternidad. El estomago comenzó a hacérsele un gran nudo. Por momentos le faltaba el aire. Bajó un poco el vidrio y el aire frío lo alivió un poco. Adonde aprendiste a manejar pelotudo, le gritó un tipo desde una camioneta todo terreno. Frenó, lo dejó pasar, por un momento pensó que se lo llevaban puesto. Otro semáforo. Creyó verla cruzando la calle. Sintió la angustia que le recorría el cuerpo. Como no se había dado cuenta de que ella no los había llamado. Era lo único que tenían. Más de una vez, si no fuera por su pequeña hija, las discusiones con su esposa hubieran terminado de otra manera.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
ES Q NO ME ANIMABA A LEER...
ResponderBorrarMuy bueno el Olvido II. En un rato, el mundo a contramano.
ResponderBorrarla pequeña hija crecerá...
ResponderBorrar...
ResponderBorrar¡Auchh!, ¿Qué le sucedió?
¡Caray!, aquí en mi país estas cosas son tan frecuentes. Me resistó a tomarlo como algo común.
Espero el desenlace.
Te mando un saludo mi querido oveja negra.
Mafalda
y que pasooo????
ResponderBorrarun besoooooo
estoy de vuelta querido y listísimo para leer estos textos q escriben q, como los caminos q nos muestras, no tienen fin.
ResponderBorrarps. y claro, también listo para el mundial!
Uau, aunque no entendí un jocara, me gustó el movimiento del relato mientras el tránsito agudizaba sus conflictos y le llevaban a reflexiones íntimas
ResponderBorrarSalud
Estercita