La primera en notar el cambio fue su madre. Parece que tu hijo está noviando, comentó una mañana, mientras le servia el desayuno a su esposo. Y él abrió el diario y sin hacer ninguna acotación, se sumergió en las noticias del día. Los tres meses pasaron como si nada. Un buen día, dejó la clase y todos los alumnos le agradecieron su paso por el aula. Uno a uno lo fueron saludando. Ella esperó hasta el final. Se acerco lentamente, como midiendo cada paso. Extendió su mano, que el tomó tímidamente y mirándolo –como solía hacerlo siempre- a los ojos, le susurró: ¿cuando no entienda algo, puedo molestarlo Contador? Cuente conmigo, para lo que necesite, aunque usted es muy buena alumna, no creo que vaya a necesitar de mi, pero anote mi teléfono por favor y no dude en llamar si considera que hay algo en lo que pueda ayudarle. Si me devuelve la mano, voy a poder anotarlo, dijo ella y dibujó una sonrisa en su rostro. Disculpe, dijo él -casi sin poder soltarle la mano- es que, estoy un poco emocionado, ustedes han sido muy buenos alumnos. Metió sus papeles en el maletín y dejó el aula.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
el laburo me tuvo sin respiro y me alejé unos días del blog.
ResponderBorrara mi regreso encuentro esta sucesión de olvidos que me engullí en un instante!
y ahora estoy con el estómago apretado: me has trasmitido una inquieta emoción contando como cuentas.
saludos!
tienes mágia..
ResponderBorrardespedidas... que dificiles..
ResponderBorrardespedidas... que dificiles..
ResponderBorrarCreo que las despedidas, son el comienzo de nuevas etapas.
ResponderBorrarAunque estas sean siempre difíciles.
Un abrazo!!
Estoy segura de que entre los papeles que metió al maletín había una pequeña nota con un número de teléfono... la que ella posó en su mano...
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarQue impotencia se siente en esos momentos!!!
ResponderBorrarBesos
parece que él tiene otras cosas en qué pensar y no en los cambios de su hijo, tampoco en mantener una conversación con su esposa
ResponderBorrarRomance a la vista. Miedo al compromiso. Es lo que veo. ¿Continuará, verdad?
ResponderBorrarMuak
Muy interesante como describes el mundo de los sentimientos, me haces meterme dentro de cada escena.
ResponderBorrarSaludos