Faltaban pocos días para su cumpleaños numero treinta. Pensó, que tal vez, esta era una buena oportunidad para volver a encontrarse con sus amigos. Desde que apareció ella en su vida, todo había pasado a un segundo plano. Los festejos siempre los organizaba su madre. Invitaba a sus amigos y a medida que fue creciendo, la fiesta siempre terminaba en algún boliche del centro, en donde se daba permiso para mirar la vida desde otro lado. Probar a ser otro o –como muchas veces pensaba- probar a ser ese que nadie conocía, pero que celosamente guardaba en su interior. Estás desconocido, le decía algún amigo, al verlo divertirse con tanta naturalidad. Pero la fiesta terminaba y al otro día, aparecía de nuevo ese joven responsable, que religiosamente cumplía con todas las obligaciones: buen hijo, buen alumno, buen profesional, buen ciudadano…Después de la cena con mis padres, voy a salir a tomar algo con mis amigos dijo y ella, giró el rostro, cargó varias carpetas en sus manos, se puso de pie y caminado hacia la oficina que usaban de archivo contestó: Si querido, me parece que te va a hacer bien salir un poco. Esta es una buena excusa para encontrarte con ellos y volver a recordar viejos tiempos. Deben pensar que te tengo secuestrado. Dibujó en su rostro una sonrisa y se perdió entre los estantes cargados de biblioratos.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
es algo tan comun, real, y certero,q asusta
ResponderBorrarEs que a veces la dedicación a la pareja hace que dejemos de lado personas, cosas....y no debieramos, no.
ResponderBorrarBesos
eso, eso, eso! que se vaya con los amigos por ahi, antes de que ella lo archive!
ResponderBorrarestoy colgada de los olvidos, como podrá darse cuenta.
saludos!
...
ResponderBorrar¡Orales!
Seguí uno a uno. Me gusta esto, me traes de una idea a otra, seguirém me tienes intrigada.
Mafalda
:)
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