Ella miraba por la ventana. Los rayos iluminaban su rostro y dejaban ver su silueta debajo del camisón blanco. El permanecía sentado en su cama. Su cuarto, en el que había pasado toda su vida, conservaba cada uno de sus recuerdos. Un par de escarpines, que su madre colgó un día en la puerta. El disfraz del hombre araña desplegado sobre una de las paredes. La patineta, que tanto le gustaba usar y con la que un día –al derrapar sobre una cornisa- terminó con un brazo quebrado. Allí estaban, como testimonio de cada momento importante que le había tocado vivir. Todo siempre ordenado, aún hoy -cuando ya había cumplido veintiocho años- por su madre. Ella sonreía. Como agradeciendo el momento que estaban pasando. El, no podía dejar de pensar en como explicarle a sus padres, quien era esa desconocida que ocupaba –casi desnuda- su cuarto. Entonces sintió que llamaban a su puerta ¿Estas bien hijo? Preguntó su madre. Y despertó. Miró a su derredor y todo estaba como si no hubiera estado soñando, todo igual, menos ella, que ya no estaba. Que insistía en aparecer en sus sueños, como una pesadilla que el disfrutaba. Estoy bien mamá. Creo que tuve un mal sueño, mintió y se dijo que no iba a poder seguir viviendo así.
Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre. La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia. Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...
Hermosa fotito y me transporte paso a paso a esos recuerdos de tu sueño como si hubiera vividos también en ellos.
ResponderBorrarQue difícil es despertar y saber que lo hermoso que vivimos....fue solo un sueño.
Un abrazo
por situaciones como ésas a veces me enfado con el mundo de los sueños...y hablo de sueños dormida y despierta
ResponderBorrarsabes q cada vez q empizo a leer "olvido...." me da un cierto temblor de anagustia en el pecho
ResponderBorrarQuizás la solución sería salir a la calle a ver si encuentra a chica que tanto aparece en sus sueños..
ResponderBorrar"como una pesadilla que el disfrutaba"
ResponderBorraryo también tengo de esas...
:)
Mejor no quedarse con las ganas de soñar y de escribir tan hermosos sueños.
ResponderBorrarGracias.
Muy bueno el final: "un mal sueño"
ResponderBorrarUn abrazo
Sueños o pesadillas? que más da, si al abrir los ojos desaparecen.
ResponderBorrarUn abrazo!!
ufa!... creì que se habìa olvidado el camisón...
ResponderBorrarsaludos, bonito.
que bonito el texto. la verdad que se hace dificil de olvidar a las personas que han pasado por tu vida y de una manera u otra te han marcado para siempre. puede decirse que son como esas cosas que se amontonan en tu cuarto y que son testimonio pasado de tu vida.
ResponderBorrarla foto es muy bonita,que ganas tengo yo de ver flamencos en la orilla del mar
un saludo
qué dificultad tiene el hombre de compartir con la Madre, que siempre habrá una mina mejor que ella.
ResponderBorrarEspecialmente tierno y divino el relato.