Cuando le ofrecieron la suplencia en la Facultad de Ciencias Económicas, primero pensó en decir que no. Nunca se interesó en la enseñanza. El que sabe, sabe y el que no enseña, repetía, casi como una muletilla, cada vez que le preguntaban porque no daba clases. Sus notas -siempre destacadas- su buena relación con el decano y el respeto que el apellido de su padre imponía en el medio, eran toda una carta de presentación. Pero no, no se veía frente a una clase impartiendo conocimientos contables. Se sentía muy cómodo trabajando en el estudio de su padre y nadie discutía que con el tiempo todo iba a quedar bajo su mando. Me lo pidió de favor el decano y es solo por tres meses, se justificó cuando tuvo que explicar, que ese día, se retiraba más temprano de la oficina. El Contador Bardacci va a tomar por estos meses la cátedra de Finanzas de Empresas, es un profesional recibido en esta casa con todos los honores, así que descuento que todos van a saber sacarle provecho, dijo el Decano y lo dejo frente a una docena de jóvenes alumnos. Ella lo miraba con especial atención, con la mano sobre el mentón y los anteojos casi sobre la punta de su nariz y esos ojos que no solo miraban sino que se dejaban ver. Alguna consulta sobre el tema preguntó y ella como si lo hubiera estado esperando, levanto la mano y con una voz suave pero muy firme se dejó escuchar; yo profesor. Contador señorita, aclaró él y sintió una turbulencia hormonal que atormentaba su cuerpo.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...
ese cielo es pura turbulencia, como las hormonas del profesor
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¿cómo las hormonas de la alumna también?
Alberto!!! bienvenido a mi blog!! te espero alli siempre que puedas y aqui estare tambien!! me guto tu blog!
ResponderBorrarbesos
mmm...atracción profesor-alumna, me gusta!
ResponderBorrar:)
¡Hummm! Atracción fatal...
ResponderBorrarUn abrazo!!
Nadie está a salvo de las turbulencias hormonales.
ResponderBorrarUn abrazo
Evidentemente, las hormonas atormentan a todos!!
ResponderBorrarNadie puede escaparrrrrr!!!
Saludos!
Desequilibrios hormonales en la facultad de ciencias económicas… parece una imagen surrealista.
ResponderBorrarPero sucede.
Saludos.
Visite: www.lengua-libre.blogspot.com
Filosofía, letras y otros males menores.
una buena combinacion!!
ResponderBorrarGracias por la visita y el comentario,,,
ResponderBorrar¡¡¡Qué bueno es Giecco!!!
Desde 14.000 kilómetros...
Dos abrazos
Nadie está libre..........saludos
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