Ese año pasó volando. Ella terminó la carrera. Fijaron fecha de casamiento. El ocho de agosto, es buena fecha, de paso nos ahorramos una fiesta y es el mejor regalo que voy a tener para mi cumpleaños, le dijo una tarde en el estudio, en donde comenzó a trabajar apenas recibida. A tu mamá le encantó el departamento y me dijo que estaba muy bien que sea de dos dormitorios, porque seguro que pronto se va a agrandar la familia. El, acompañaba el monologo de ella, casi sin hacer comentarios. De la alumna sencilla y tímida que un día levantó la mano en la clase para hacerle una consulta, ya no quedaba nada. En su casa, ella, con la complicidad de su madre, ocupaba todo el espacio familiar. En el estudio, con la complicidad de su padre, había comenzado a hacerse cargo de clientes importantes, clientes que él alguna vez creyó que –con el paso del tiempo- iba a heredar, pero que ahora, ella tomaba sin que medie explicación alguna. Una mañana fría de agosto, se casaron. Muy pocos invitados. Sus tíos de Entre Ríos no pudieron viajar. Están complicados con la siembra, dijo ella, seguro que apenas puedan van a venir a conocerte. Después no se habló más de ellos. Ni de nada que tuviera que ver con su pasado. Una vez, hablando de sus amigos de la secundaria, le preguntó si no tenía fotos de esos tiempos, de sus amigas o amigos de la infancia. Y ella, cruzándole el brazo por la espalda, le dijo muy suavemente al oído: mi amor, yo voy a ocuparme de mi pasado cuando no tenga futuro.
Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...
AY ¡El pasado no puede ignorarse!!!! besos
ResponderBorrarSi se vive de recuerdos, se envejece antes. Gran blog este ;)
ResponderBorrara mí ese hombre me da mucha pena, ésa es la verdad
ResponderBorrarno lo veo disfrutando del paisaje, sólo aguantando el temporal, como el pajarillo de la preciosa fotografía
Tampoco es cuestión de quedar "pegado" en el pasado, pero tampoco se puede obviar...
ResponderBorrarNo se, a mi me da "cosa" esa gambeteada con el pasado.
Saludosss!!
Mirar hacia adelante!! Aunque una ojeada en positivo sobre los buenos aprendizajes viene bien. Un abrazo
ResponderBorrar"mi amor, yo voy a ocuparme de mi pasado cuando no tenga futuro."
ResponderBorrarFANTÁSSSSSTICO... aunque tal vez poniéndone detallista diría: voy a ocuparme de mi pasado cuando not enga PRESENTE (porque soy fanática del HOY.)
El futuro no existe, mejor atender el presente sin detenerse en el pasado.
ResponderBorrarAbrazos, Monique.
cuando venìa a decirle que no lo dejara olvidarse de la libertad...lleguè tarde!
ResponderBorrarpero igual, sáquelo de ahí! sacùdalo! empújelo! que tambien se está olvidando de la alegría, y del amor, se dio cuenta?
bueno..., yo le avisé.
besos
El pasado va irremediablemente ligado al presente y al futuro de cada uno. Obviarlo es negarse a sí mismo.
ResponderBorrarLa foto es chulísima. Muak