Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
lunes, octubre 12, 2009
Un témpano VI
Las primeras nevadas cubren con su manto blanco toda la pista de hielo que nos invita -a los que no somos tan amantes del patinaje- a recorrerla caminando. Recuerdo haberla transitado casi hasta el límite con el lago. Cuando el hielo comienza a crujir, uno sabe que ya no puede avanzar mucho más, sin correr el riesgo de terminar dándose una zambullida en las frías aguas. Riesgo que no vale la pena correr, ya que son pocas las probabilidades de ser rescatado en una circunstancia como esa.
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