Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
sábado, octubre 17, 2009
Un témpano XII
Pero eso ya pasó, hoy de la villa turística quedan muy pocas cosas, el boom inmobiliario post devaluación y el hecho de ser el lugar de residencia del presidente, arrasaron sin contemplación alguna con lo mucho o poco que teníamos de comunitario. Algunos dicen que hoy vivimos en una ciudad, a mi me queda la sensación de estar cada vez mas en un campamento turístico, en donde lo único que no es provisorio es la vocación lucrativa de los empresarios que sembraron hoteles sin ton ni son por todos lados.
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