Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
miércoles, octubre 14, 2009
Un témpano VIII
A metros de la bahía comencé hace mas de una década a construir mi casa, sobre una vertiente de agua que confirma aquello de porque el barrio lleva el nombre de “Los manantiales”. Sobre la calle “Las Avutardas” uno puede aun hoy verlas pasearse como si desconocieran nuestra presencia. Lo mismo hacen los teros, que vuelven todos los años a anidar en un terreno baldío, de los pocos que quedan por estos lados o las bandurrias, que se refugian en los patios y se pasean señoriales mientras hurgan con sus picos encorvados entre el pasto en busca de alguna lombriz, El lugar conserva la calma de los primeros tiempos, a pesar de que las múltiples construcciones que se hicieron en estos últimos años.
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Zafar
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siempre me pregunto si podría vivir en un lugar así. no sé esa respuesta. lo que sí, jamás me pregunto si quienes viven ahí en medio de tanto son felices. lo doy por descontado. un beso!
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