Un par de veces al año la ciudad invita al campo a volver a transitarla. Le abre sus puertas y desde el campo, sus hombres y mujeres bajan con sus caballos y sus pilcheros cargados de tradiciones. Rige -por unos días- una amnistía general a ese pasado expulsado por la modernidad. Se abren las tranqueras y todos nos contagiamos un poco de esa sensación de libertad que las tropillas transmiten con tanta espontaneidad. Son esos los días en los que nos damos un permiso para volver a soñar.
Escribir un rezo para un Dios inexistente Inventarme un Dios al cual rezarle sin fe Encontrar una fe que no esté presa de una religión Profesar una religión en la que no haga falta rezar para huirle a la angustia que me acompaña desde que no estás
Es verdaderamente una
ResponderBorrarimagen para soñar.
BESOS.
tienen alguna fecha en particular ese par de veces al año?
ResponderBorrarabrazo!
Tengo la suerte de hacerlo mucho, dejar por unas horas la gran ciudad para sumergime en la belleza de un pueblo, desde la entrada hay una gran diferencia el ruido, se oye los pajaros, el sonido del viento que mueve las ramas, el aire mucho mas limpio, el azul mas transparente, y si todo esto le añado que este cerca del mar, es como estar en el septimo cielo, donde me gusta esta y asi relajarme para luego volver a la rutina de la gran ciudad.
ResponderBorrarCon cariño
Mari
Llevo retraso en la lectura de tus crónicas. Te alcanzo este finde. Gracias por seguir ahí. Besos.
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