Todo comienza a girar en torno al campo de doma. Durante tres jornadas podremos ver a los competidores mostrar sus destrezas. Cada monta es un espectáculo aparte. El hombre sabe que en esta – a diferencia de las corridas de toros- él lleva las de perder. Mientras a pocos metros preparan al animal, aun costado, algún amigo le ajusta la bota hecha con cuero de potro. El dejo de confianza y seguridad que el jinete transmite tal vez tenga algo que ver con la fe en esa estampita que cuelga de su camisa.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Zafar
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una vez vi una doma. me impresionó mucho, mucho, mal eh.
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