Un morro nos invita a subir y aceptamos gustosamente hacerlo. Increíble como –aunque sean pocos metros de elevación- uno siente que se renueva a medida de va logrando altura. También se renueva el entusiasmo por lo que este mirador nos depara.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Zafar
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¡ Que maravilla ! Plantarse en esa cima, recibir el viento en la cara, y mirar pausadamente al eterno horizonte.
ResponderBorrarMagnifico!!
Mil besitos!!!
cualquier montaña aunque pequeña que sea esconde una preciosa vista...
ResponderBorrarAprovecho para felicitarte este año que ya pronto comieza. Espero que logres los éxitos que anhelas y nos los sigas contando justo aquí...
un abrazo.
Feliz navidad a ti tb!
ResponderBorrarQue pases unas muy buenas vacaciones!
Besazooos