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Madre roca I

Mientras transito por la cinta asfáltica, recuerdo el viejo camino de ripio que transformaban los doscientos cuarenta kilómetros que nos separan de El calafate, en un verdadero calvario. Hoy es posible hacer lo que se dice un paseo y no estar pendiente de quedarse sin tren delantero. A pocos minutos, nos sorprende un zorro colorado. Vuelvo a detener el auto y a diferencia de los guanacos que se alejan de uno, este permanece inmutable. Es más, me mira como con curiosidad. Va hacia el alambrado y luego gira y cruza al otro lado de la ruta. Muy amigable para la fama que tiene de depredador de ovejas y para lo cotizado que resulta su cuero. No debe haber galpón de esquila de las estancias que están producción, que no tenga un lugar para apilar las pieles a la espera de algún comprador que luego las entregue a la curtiembre.


Un video para disfrutar un poco mas del momento...

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Cuando miro las fotos de los frigoríficos —ese primer intento de desarrollo industrial, que surgió como complemento del oro blanco que representó la lana ovina—, no me pregunto por qué dejaron de funcionar, porque eso tiene relación con factores externos a nosotros. Lo que me provoca —el entrecruzamiento de fotos de “ estas ruinas, impregnadas de la temporalidad” (1) , que reflejan un momento de la ocupación capitalista del territorio—, es pensar en cómo, el abordaje del pasado, puede ayudarnos a entramar los hilos de un futuro que no deja de ser incierto. ¿Son estas fotos un espejo en el que nos podemos mirar para empezar a reconocernos? Ahí se me aparece, Florida Blanca, ese asentamiento español, que -cuando deciden abandonarlo- lo prenden fuego. Imagino al aónikenk observando esa escena. Ellos que eran nómades por naturaleza, que más tarde sucumbieron frente al proceso de colonización de la tierra, tratando de entender, el porqué de esa destrucción. Pienso tambien en los ...

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