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Madre roca I

Mientras transito por la cinta asfáltica, recuerdo el viejo camino de ripio que transformaban los doscientos cuarenta kilómetros que nos separan de El calafate, en un verdadero calvario. Hoy es posible hacer lo que se dice un paseo y no estar pendiente de quedarse sin tren delantero. A pocos minutos, nos sorprende un zorro colorado. Vuelvo a detener el auto y a diferencia de los guanacos que se alejan de uno, este permanece inmutable. Es más, me mira como con curiosidad. Va hacia el alambrado y luego gira y cruza al otro lado de la ruta. Muy amigable para la fama que tiene de depredador de ovejas y para lo cotizado que resulta su cuero. No debe haber galpón de esquila de las estancias que están producción, que no tenga un lugar para apilar las pieles a la espera de algún comprador que luego las entregue a la curtiembre.


Un video para disfrutar un poco mas del momento...

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