Levanto la vista y puedo divisar al borde de la ladera, en lo más alto, un caminante que gira su cuerpo y levanta sus brazos, seguramente festejando el haber llegado y yo interpreto ese gesto como un llamado, como una señal de largada o tal vez como un desafío a mi voluntad que amenaza con terminar doblegada. Inicio la marcha.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Zafar
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Que fotos más bonitas pones, y que bien explicado, parece que yo también subo la montaña.
ResponderBorrar¡Ya queda menos para llegar a la cima!.
Un abrazo.
Una explicacion digna del mejor guia posible que no da tantas señas que estoy haciendo el viaje de tu mano.
ResponderBorrarUn placer entrar a leerte y me hice seguidora
con cariño
Mari