El sendero nos va permitiendo entrar en contacto con el bosque nativo de lengas. A la par de él corre un arroyo cristalino. No imaginamos aun desde donde proviene. A medida que subimos comenzamos a encontrar nieve que la tenue primavera no ha logrado disipar. Un aroma parecido a cuando uno termina de cortar su pasto impregna todo el ambiente. Mis pulmones comienzan a sentir un poco la presión de la altura. Hago una pausa y cuando giro para sentarme sobre un árbol caído, puedo contemplar –a mitad del trayecto- la majestuosidad del paisaje.
Las infaltables gaviotas alborotaban el cielo plomizo sobre un montículo de basura recién depositada por un camión volcador amarillo. Allí, naturalmente, merodeaba el suizo. Y le gustaba robar; pero sus “colegas” del basural no soportaban, aunque al final debían hacerlo, esa costumbre. La ley no escrita era compartir la basura, compartir los espacios. Pero no robarse entre ellos. – El basural del frío Héctor Rodolfo Peña
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Zafar
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una foto magnifica
ResponderBorrarsensación sin duda de sentirse bien, cómodo entre tanta belleza. Espacios infinitos y anchos donde perder primero la vista y luego los pasos...
ResponderBorrarDe alguna forma yo también percibo la llegada de la primavera, aunque aquí lo que se avecina es el oscuro invierno.
Abrazos.
Y lo grandioso que es el universo...
ResponderBorrarbesotes de esta peke.
pd. te espero por mi rincon con una taza de cafe caliente, siempre que quieras...
No tengo mas adjetivos! soberbia la madre Piedra, desde donde la mires.
ResponderBorrarCon ebrazo con envidia sana.
parece como si fuera un cuadro de anime japones, los colres intensos y puros.. es precioso.
ResponderBorrargracias pro compartirlo.
abrazos
Ohhhhhh, que bonitas fotos y que lejos estoy.
ResponderBorrarUn saludo.