Ir al contenido principal

Padre cielo XIV

A mi izquierda, un catedral natural se deja ver. Me impactan sus formas, sus colores y la proximidad a ella. Los pasos ahora son más lentos y me detengo en tramos más cortos. Madre roca, padre cielo, hermano de mi vigilia quiero ser cerro, para ganarte en alturas de piedra eterna, quedando siempre de pie sobre la tierra, dice el poeta de la patagonia en la última estrofa de Chaltén y su melodía me envuelve para darle a este momento un carácter casi místico.

Comentarios

  1. no tengo palabras...solamente respeto

    ResponderBorrar
  2. ...traigo
    sangre
    de
    la
    tarde
    herida
    en
    la
    mano
    y
    una
    vela
    de
    mi
    corazón
    para
    invitarte
    y
    darte
    este
    alma
    que
    viene
    para
    compartir
    contigo
    tu
    bello
    blog
    con
    un
    ramillete
    de
    oro
    y
    claveles
    dentro...


    desde mis
    HORAS ROTAS
    Y AULA DE PAZ


    TE SIGO TU BLOG




    CON saludos de la luna al
    reflejarse en el mar de la
    poesía...


    AFECTUOSAMENTe
    COMUNICALAFATE



    Jose
    ramón...

    ResponderBorrar
  3. andar, acariciar,
    ser Uno con la piedra,
    el cielo y el camino

    besos!

    ResponderBorrar
  4. Hola!

    Gracias por tu visita que me ha permitido conocer tu maravilloso blog... Me ha encantado todo el viaje por la divinidad que está a cada paso en esta tierra.. Qué fantástico descubrimiento en cada imagen.

    Me ha dado mucho gusto conocerte..

    un abrazo desde una hermosa tierra de volcanes ;)

    ResponderBorrar
  5. Una idea muy bien expresada.
    Un saludo.

    ResponderBorrar
  6. stas apunto de hacer la cumbre. que sensación! Mucho frio? Gracias por las postal.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

No ser

Llegué a la escritura motivado por una búsqueda, en principio inconsciente, que se corporizó en mí cuando empecé a tener noción de lo que representaba el haber nacido en un campamento petrolero. Un lugar que, a la vez, era ningún lugar; un hábitat en el que, el único rasgo permanente, estaba conformado por lo provisorio. De hecho, mi permanencia en Cañadón Seco, duró lo que pudo haber durado la convalecencia posparto de mi madre.  La imagino a ella llevándome en brazos, en el transporte de Mottino y Acuña, mezclada entre los obreros que regresaban a Caleta Olivia.  Apenas unas horas de vida tenía y ya formaba parte de un colectivo. Un colectivo de obreros, llegados de todos lados buscando el amparo de eso que se erguía como una sigla que, en ese tiempo, todo lo podía: YPF. —Nacido en Cañadón Seco —decía cuando me preguntaban— y criado en Caleta Olivia —agregaba en el intento de transmitir alguna certeza acerca de mi origen. Empecé a pensar en esto cuando me vine a vivir ...

Encuentro

Estaba sentado en la confitería de la terminal. Lo reconocí, aunque no había leído hasta ese momento ninguno de sus libros. Era Peña, el escritor, Héctor Rodolfo “Lobo” Peña. Había escuchado hablar de él, de sus premios y de la Trágica gaviota patagónica, su libro más mentado. Nos saludamos con un ligero movimiento de cabeza y, sin decir nada, seguí con mis cosas. Pasaron más de veinte años de ese momento. Peña ya no está entre nosotros. A mí me quedó la imagen solitaria, como ensimismada, de él, sentado en la confitería; y me quedaron sus libros, los que, a medida que fui leyendo, fueron incrementando mi entusiasmo por su producción literaria. Incursionó en todos los géneros y en todos lo hizo con la misma vocación: la de ser fiel a su estilo. Los pájaros del lago fue el primero que leí. La trama tiene todos los condimentos de thriller. La historia me atrapó desde la primera página. Ambientada en la zona del Lago Argentino, los personajes y los lugares en los que acontecían los he...