
Casi no hubo mención al 14 de
junio del 82, cuando –rendición argentina de por medio- se puso fin a la guerra
de Malvinas.
Pensar que en otras culturas
suelen recordarse también los fracasos, los errores y las derrotas, porque,
según dicen, se aprende mucho más que de los triunfos.
Terminamos rendidos ante el poder
imperial, los rostros semi congelados de nuestros jóvenes soldados,
inexpresivos de cansancio reflejaban la bronca, el dolor y la indignación por
todo lo pasado desde esa mañana en la que los embarcaron rumbo a las Malvinas.
La rendición, la derrota, el olvido, la frustración, el suicidio, las broncas
por la humillación a la que fueron sometidos por sus propios
"camaradas", todo se sintetiza en esta fecha en la que el Gobernador
de las islas comunicó la rendición. El alivio, el silencio, la esperanza por
reencontrar a su familia, volver a su barrio y encontrarse con sus amigos, lo
mantenían despierto.
No tenemos raíz, no tenemos hogar y sin embargo ya vez somos de acá. entonaba
Charly García profetizando sobre el destino de miles de jóvenes a los que los
mandaron literalmente “al frente" con muy poca preparación, armas
obsoletas para dar batalla y sin ninguna estrategia que les permitiera
transitar con alguna certeza en un territorio desconocido.
Pensaba, en que, veinticuatro años después, podemos trazar un paralelo entre lo
que le pasó a nuestros soldados en Malvinas, con lo que le pasa nuestros pibes
hoy, que deben salir a dar otro tipo de batalla.
La pelea por sobrevivir, por no
ser excluidos y que muchas veces, como en el 82, los mandamos al frente sin la
preparación necesaria, casi sin armas para defenderse y que desde los ámbitos
decisión no parece haber ninguna estrategia que los contemple, dejándolos a la
buena de Dios, transitando un camino en la que no pocos quedan el camino y es
allí en donde la frustración, el olvido.
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